lunes, 17 de agosto de 2009


UNIDAD III


3.-Rol del trabajador social en el ámbito familiar


Enmarcados en esta concepción, queda claro que los Trabajadores Sociales no somos ni actuamos como portadores de verdades absolutas. Somos ante todo, seres dialogantes en interlocución con las familias para construir junto con ellas explicaciones y significados nuevos para lo que les ocurre y para inventar nuevas maneras de organizar sus relaciones y sus vidas. No se trata de cambiar toda su idiosincrasia, su historia e ideología familiar, sino aquellos aspectos de su dinámica que las están tensionando y generando dificultades que de no ser atendidas, se podrán ahondar cada vez hasta niveles más preocupantes.El saber y la experiencia del trabajador social es un elemento positivo para el trabajo con la familia. Su participación en el proceso de resolución de los conflictos es posible si asume una actitud de colaborador y testigo, a la vez que es capaz de enriquecer las visiones, las explicaciones que trae la familia, las cuales ésta denota como inmodificables y estáticas. Además del saber, la familia necesita encontrar en el profesional: calidez, atención, comprensión, aliento y capacidad persuasiva.La tarea del profesional, al trabajar con familias, es vincularse en una conversación en la que él deja de ser directivo, jerárquico y experto. El cambio no es a priori, determinado por un especialista, ni fruto de la mera intuición de las familias que consultan; el cambio es una invención novedosa que surge cuando éstas y el profesional re-inventan en cada entrevista las experiencias, para hacerlas mas gratas. Nuestras acciones en cada entrevista deben dirigirse a crear y sostener diálogos que permitan el fluir constante de estas nuevas experiencias. Para esto nos corresponde ir conectando los datos que la familia presenta como si fueran aleatorios. Es en este punto es donde se ve realmente la habilidad y se pone en juego la experiencia del profesional.Hemos sido bastante propensos, tal vez en respuesta a los requerimientos sociales frente a nuestro que hacer, a establecer vínculos con las familias que fomentan la perpetuación de una relación complementaria en la que el trabajador social es definido como dador de soluciones y las familias como desvalidas y poco preparadas para resolver sus problemas y, por ende, deben recibir lo que les ofrezcamos. Las tendencias modernas en este sentido, nos convocan a reencuadrar esta relación partiendo de que la familia tiene sus propios recursos y cierta idoneidad a partir de sus experiencias vividas. Se trata, ante todo, de permitir que cada familia participe activamente y asuma el control de su proceso, logrando que se vea a sí misma mas allá de sus problemas y no circunscrita por ellos.A través del proceso de ayuda a una familia, el trabajador social debe compartir con ésta la manera de identificar las situaciones que le generan malestar y abrir nuevas perspectivas de acción que le permitan modificar, no solo los significados negativos de éstos, sino también sus relaciones internas. Como no siempre es posible que las familias cambien las realidades que las perturban, tal vez nuestra principal acción profesional consista en ayudarles a cambiar sus significados y aspiraciones para que se acomoden a sus realidades.Es cierto que en la relación profesional con las familias, nos corresponde transferirle a ellas la cordura, aplicando nuestro saber y nuestras concepciones de realidad, compartiendo con ellas nuevas maneras de pensar, sentir y actuar sobre el problema. Esto supone una actitud optimista de nuestra parte ya que si nos ponemos trágicos será imposible movernos del esquema en el que se considera a cada familia que sufre, como víctima desvalida. De cada crisis, la familia puede sacar oportunidades y no solo quedarse atónita ante el peligro.Lo que en el fondo le aportamos a las familias, no es un saber absoluto e incuestionable que por demás no existe, sino la capacidad que tengamos para escucharlas, respetarlas, comprenderlas y ayudarlas a comprender, de diferentes maneras, lo que les ocurre. En estos términos, nuestro papel será estimular en la familia lo que ya tiene que no saben que tienen, en lugar de indicarles directamente que hagan lo que tienen que hacer. Cada familia sabe mejor lo que tiene que hacer, el asunto es que podamos ayudarlos a hacerlo de manera más fácil.

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